miércoles, 10 de octubre de 2012

Soy


Soy un poco esto y un poco aquello.Un poco nostálgica y un poco feliz.Soy bachata,tango,rap y Sabina.Soy a veces bizcocho de melocotón y nata y a veces arepa. Soy vestido y tacones o sudaderas XXL. Soy la tímida que no se calla y la reservada que hace teatro.Soy la calma del monte en silencio y el ruido de las olas al romper contra las rocas.Soy lo antiguo de la aldea y la velocidad de la ciudad.Soy
 la nostálgica del futuro y la que sueña con el pasado.A veces recuerdo con banda sonora y dejo el presente en silencio.Soy tan contradictoria como mis pensamientos,tan cambiante como mis gusto musicales.Tan inestable como las barcas pequeñas en la tormenta.Es tan fácil quererme como odiarme,tan fácil que quede grabada como que me olviden...

lunes, 17 de septiembre de 2012

Suavecito (A ti)


Ella tenía miedo al compromiso,
y él un pánico desmesurado a la soledad,
y un día, sin planearlo, se encontraron jugando a amar.


Quererte fue tan fácil como respirar.

Apareciste de la nada, entre recuerdos con olor a viejo y a infancia, y quisiste formar parte de mi vida. Lo hiciste, como dice la canción, “suavecito”, poco a poco, para que yo no me diera cuenta de esa intrusión en mi universo privado. Dije desde un principio que me gustaba la soledad. O más bien, que tenía miedo a vivir acompañada. En compañía las cosas son más difíciles, siempre hay que contar con opiniones ajenas, actuar con el cuidado del que no quiere herir a nadie. Intenté apartarte, como había hecho con otros antes, para no cogerte cariño. Pero eras tan testarudo, tan obstinado…
Tú también me dijiste que no querías compañía. Muchos desengaños te habían dejado el corazón roto y el alma cuarteada. Sin embargo, necesitabas desesperadamente sentirte arropado. Rechazabas las cuerdas pero ansiabas cariño. Me decías que aquello era sólo un pasatiempo pero luchabas porque durase. Estuviste ahí, en cada crisis existencial de esas que me dan, para decirme que no pensase, que me dejase llevar. Escuchaste todas mis dudas, todos mis miedos, y cuando me mantuve en silencio me tiraste de la lengua, para que soltara todos aquellos anhelos que tenía incrustados en el fondo del corazón. “Suavecito” fuiste haciendo que me dejara llevar. Serviste de bálsamo para mis heridas, pero fuiste lo suficientemente inteligente como para no hacerme la vida fácil. Me hiciste dudar justo en los momentos oportunos, para que no diera todo por hecho.

Un día, sin quererlo, nos encontramos jugando a amar. Y se me dibujaron sonrisas permanentes en la cara, y tus caricias se hicieron más suaves, más profundas. Intentamos resumir en “te quieros” sentimientos que desbordaban el alma, y como no lo conseguíamos, cubrimos nuestra piel de besos. Aún así, a veces no parece suficiente para expresarlo todo. Y es entonces cuando me gustaría hacer algo lo suficientemente grande, lo suficientemente insensato, para demostrarte en un instante lo gigante de este sentimiento.

A veces hablamos de ello, de cómo surgió todo, de cómo nos hicimos necesarios el uno para el otro. Y me confiesas que nunca te habías sentido así, y yo te digo que sigo teniendo miedo, por lo desconocido de todos estos sentimientos. Te susurro que, antes de conocerte a ti, querer, para mí, significaba dolor. Tú me cuentas que por mí estás dispuesto a cambiar cosas que nunca antes te habías planteado. “¿Te he tocado la fibra, no?”. Me miras. “¿Y aún te das cuenta ahora?”

Aprendí a quererte como un pez fuera del agua. Yo sólo sabía respirar a bocanadas. Tú me enseñaste a hacerlo “suavecito”.

jueves, 5 de julio de 2012

Esa vida Bukowski suya

Estrella se perdió un día entre confesiones de medianoche.

Era apenas una niña y se enamoró como nunca lo había hecho. Amó todo lo que su corazón dio de sí y se cerró las manos y los labios durante años para que no dejaran salir palabras insospechadas.
Tenía un corazón desbocado, como lo era ella también. Insolente, dulce, sincero, inconsciente.
Sin embargo ella, aquella mujer que le robaba las noches y los días, y si acaso también los entretiempos, nunca supo comprenderla.
La llamó niña cuando Estrella se pintaba lunas en los ojos para ser su noche.
La acusó de ser jaula cuando ella sólo pretendía hacerle un nido para dormir.
Dudó de ella cuando Estrella, con el corazón desabrochado y los pantalones en su sitio, le dijo que la amaba.
Compartieron besos pero a ella siempre le supieron algo amargos.
Y cuando Estrella se dejaba la piel por ella, como lo hizo la serpiente enamorada por el tiempo, lo único que recibía a cambio eran ausencias.

Pasó el tiempo y el corazón de ese astro se fue apagando. Perdió la inocencia y la niñez, pero siguió queriéndola como el primer día. Hizo de ella su aire y sus latidos, y a cambio sólo recibió dudas.

Un día el aire se le escapó del corazón y los latidos dejaron de sonar. Después de tanto tiempo. Después de haberse callado los pensamientos y reprimido los instintos, pese a todo esfuerzo, ella se marchó.

Y ahora Estrella escribe como hacía cientos de días que no hacía. Con el alma desgarrada y las palabras sangrantes. Y me inspira las noches y los días porque en sus palabras, llenas de dolor, yo sólo puedo encontrar belleza.
Y soy egoísta, y parte de mi ser se alegra por ese dolor suyo, que la hace mantenerse desvelada y llenar folios de palabras que rompen y enamoran. De esa vida Bukowski suya.


*Por esa estrella que, siendo mujer y niña, me enamora con palabras de vacío. Si alguien quiere desgarrarse el alma: http://carnedeparanoia.blogspot.com.es/2012/06/dias-de-suma-y-sigue.html


martes, 3 de julio de 2012

Angustia

Y ahí está ese dolor otra vez. Dispuesto a desangrarme en cada silencio y en cada respiración. 

Tengo miedo. Mucho. A casi todo. Y sobre todo, a que me quieran, a ser necesaria para alguien. Y aquí estoy de nuevo, en este camino que un día me prometí no volver a pisar. He llegado a mi límite, ya no puedo seguir superándolo. Llevo meses luchando contra mis miedos por estar a su lado, por todo lo que me hace sentir, por todos los momentos de felicidad que me da. Y de repente, así de golpe, mis miedos contraatacan. A quererlo y a perderlo. A que me quiera. A no quererlo. A estar atada. Y esta sensación de angustia me oprime el pecho sin dar ninguna tregua, y quiero huir, salir corriendo, olvidarlo todo, fingir que no lo necesito... Quiero volver a caer en mis viejos errores, volver a estar sola, lamentarme. No me entiendo. No entiendo por qué no soy capaz de disfrutar lo bonito que me da la vida, disfrutar de él y de su sonrisa, de sus abrazos. Simplemente no soy capaz. El problema es que esta vez he pisado bien hondo. He dejado que me coja cariño, que me quiera, me he metido en su vida y ya no es fácil salir de ella.

No puedo fingir que nada ha pasado y seguir como si nada.

jueves, 28 de junio de 2012

Desde el puerto


Hay un momento en la vida de cualquier hombre o mujer en el que TODO se junta. El pasado, el presente y el futuro. Es un momento en el que te encuentras ante algo que te sobrepasa. La inmensidad del mar, una belleza absoluta, un instante perfecto. Y entonces lo echas de menos también todo. Lo que algún día tuviste y que ya no volverá a tu vida. Lo que tienes y aún no has perdido. Extrañas incluso aquello que vendrá. Es un momento en el que NADA importa, porque todo es lo mismo. Todos los sentimientos se mezclan, todos los pensamientos fluyen, y sin embargo, parece que no hay nada. Es un vacío lleno de una vida entera.

Y es en ese momento de silencio cuando de repente las lágrimas asoman a tus ojos, no sabes si de alegría, de tristeza o de impotencia. De nostalgia.

Me quedé callada escuchando las olas, mientras él tiraba piedras desde la orilla del mar, y sus ojos verdes me preguntaron a qué venía aquella ausencia de palabras.






*La historia de ese instante en http://recuerdosconbso.blogspot.com.es/

lunes, 14 de mayo de 2012

Mútuo


Siempre he pensado que ahí fuera tiene que haber una persona para mí. Esa persona que va a hacerte feliz. Siempre esperando por alguien que venga para darle un sentido a todo lo demás. Siempre sintiéndome afortunada porque sé que en algún sitio hay alguien que me va a hacer sentir especial. Ayer, por primera vez, me di cuenta de la otra cara de la moneda. Si hay alguien para mí… significa que yo también estoy ahí para alguien. Significa que también hay una persona esperando por mí. Significa que hay alguien para el que voy a ser totalmente especial. Significa que hay alguien a quien voy a poder hacer feliz simplemente por ser quien soy. Entonces, en ese glorioso momento en el que me di cuenta de que el amor es algo mutuo, deseé que me encuentren. Para que él sea feliz. Mi felicidad ya empieza ahora.

viernes, 16 de marzo de 2012

Meteoropatía

Los cielos de nubes densas y ciegas. El aire cargado de nostalgia y el frío que cala los huesos y se esconde debajo de la piel. Los sonidos amartillados, apagados en el fondo de un recuerdo que evita el qué dirán. La piel dolida de ausencias y las manos secas de buscar un nosotros y no apresar nada, porque en la nada se convirtió el mundo que conocían. Tantos recuerdos y olores que la cabeza estalla. Querer capturar tanta belleza en una sola fotografía, ser incapaz, y que los ojos se cieguen de dolor. Como las nubes.
Y de repente, tardes vacías sin ti. 

lunes, 27 de febrero de 2012

Amelie

Audrey Tatou es Amelie. Niña dulce y pura, triste, esperanzada y con un deje de pícara inocencia. Es un pajarito herido al que queremos cuidar. Una niña que crece y se convierte en mujer. Y pese a los años, las experiencias, un cuerpo que ha cambiado y una sonrisa que ha perdido los dientes de leche, mantiene su pureza, su inocencia, su dolor. Me enamora. Ama la vida y todo lo que la rodea, pero no tiene el valor suficiente para enfrentarse al mundo. Busca la felicidad en las pequeñas cosas,  y con pequeños detalles hace mágica la vida de los demás. Es un ejemplo de altruismo inconsciente, de una bondad infinita que hoy es prácticamente imposible encontrar. Es una de esas “perlas” de las que nos habla Albert Espinosa en su libro “Si tú me dices ven lo dejo todo, pero dime ven”. Un unicornio en un mundo de torres de Babel y una estrella en un cielo en el que hace mucho que se ha apagado cualquier luz. En su historia, como en todas, hay un amor. Una idealización. Una persona que encarna todo aquello que ella desea, que comparte sus miedos, su timidez y su sencillez y que por lo tanto, igual que ella, se esconde del mundo. Que se encuentren es algo casi milagroso. Sin conocerlo, él es un motivo lo suficientemente importante como para dar un paso al frente. Y  él reúne también el valor para no quedarse atrás. Cuando por fin se enfrentan, cara a cara, no hace falta más. No hacen falta presentaciones, ni preguntas, ni sonrisas ni palabras. Era bella esta historia de un amor que jamás volvería a encontrar otro camino… Porque no había más caminos. Ojalá fuera tan fácil. Ojalá la vida nos marcase con señales, bien grandes, el camino que debemos tomar. Para no equivocarnos y volver atrás, al mismo cruce, una y otra vez. Pero la vida no viene con manual de instrucciones, ni con un itinerario fijo. No tiene una meta destinada, el camino se va haciendo mientras lo andas. No podemos esperar un “fabuloso destino” ni siquiera si, como Audrey, como Amelie, vivimos en una inocencia pura y hermosa. Lo único que podemos hacer, con un poco de valor, es salir a buscarlo. 

martes, 7 de febrero de 2012

Efímeros

¿Por qué ya no vivimos la vida con esa intensidad? ¿Qué es lo que nos ha hecho mantenernos inertes ante ella? Algún día, algún día nuestras risas ahogaban cualquier otra palabra, y cada instante era un nuevo descubrimiento. Teníamos la sensibilidad de ver la belleza en todas aquellas pequeñas cosas. Tocábamos el saxofón en la cueva india donde leíamos poesía. Y todo era tan… hermoso. Todo era increíblemente hermoso. Era una belleza que nos cegaba y nos daba alas, que invadía nuestros sentidos. Un día fuimos capaces de pararnos a observar y de enjoy, de disfrutar todo lo que teníamos delante. El aire frío por las mañanas, el tacto de la hierba húmeda un día de otoño en nuestra piel. Un día fuimos capaces de ver la vida de un modo diferente y lo hicimos. Lo vivimos todo con tanta intensidad que el corazón se salía de nuestro pecho. Explotaba con cada risa. Latía acelerado ante el más nimio detalle, ante un roce, una sonrisa. Aprendimos a leer poesía y a sentirnos valiosos, eternos. Nos dimos cuenta de que éramos efímeros y eso nos dio alas para convertir cada segundo en un mundo. Teníamos miedos, y tantos, que nos corroían las entrañas, y supimos vencerlos compartiéndolos, dejándolos fluir. Cometimos tantos errores que morimos cien veces y resucitamos otras tantas, y al abrir el corazón a la belleza también lo hicimos al dolor. Pero valió tanto la pena… Y sin embargo ahora, míranos, conformándonos ante la vida y al mismo tiempo quejándonos a cada instante, buscando la felicidad continuamente mientras la dejamos pasar de largo en miles de pequeños detalles. Ya no sabemos apreciarlo. Algún día, algún día todos fuimos poetas muertos…